7.23.2014

Poemas parlantes en Julio Lesbiánico



La poema-parlancia fue la excusa para escarbarnos y trasegarnos entre nosotras.

Desde un encuentro entre com-pañeras, amigas y bichas raras el parque de La Carolina se convirtió en lugar ideal para humedecer el papel con nuestras ideas, plumas y clítoris.  El eros lesbianos fue ese lugar y camino que  inspiró a cada una de nosotras para la  conexión con el arte y el poder rebel-artearnos. 




D
esde la poesía lésbica la revolución queda y se hace escrita. Es nuestra revolución.



Con la facilitación provo-creativa de Kelly Perneth y Melani Penna, empezamos con Cristina Peri Rossi quien abrió el camino aquella tarde. Iniciamos con uno de sus más bellos poemas “Oración”.

Oración
Silencio.
Cuando ella abre sus piernas
que todo el mundo se calle.
Que nadie murmure
ni me venga
con cuentos ni poesías
ni historias de catástrofes
ni cataclismos,
que no hay enjambre
mejor que sus cabellos
ni abertura mayor que la de sus piernas
ni bóveda que yo avizore con más respeto
ni selva tan fragante como su púbis
ni torres y catedrales más seguras.
Silencio.
Orad: ella ha abierto sus piernas.
Todo el mundo arrodillado



Nos acompañó luego Katty Parra, quien desde  la locura como lugar de escritura, propuesta y provocación a un sistema  nos dijo que  muchas veces hemos sido obligadas  a  “parecer de cristal, y cumplir con esas normas, tan propias de mi sexo” en Declaración de Principios (poema).
Estas dos poetas fueron la detonación de los húmedos papeles untados por la poesía, la creación parecía no necesitar guías, nos anduvo y compartimos entre todas.
Finalizamos con las poetas Audre Lorde y Margarita Pisano. En este momento el giro se hizo necesario, la creación ameritaba ser colectiva, entre tú y yo, entre varias, entre todas. El ejercicio de leer la contunde crítica al sistema socio-racista estadunidense por Lorde en su poema “Afuera” permitió enunciar la palabra, enunciar la ira, así como también enunciar el dolor  desde la escritura como acto nuestro y propio.

Afuera
En el centro de una ciudad cruel y fantasmal
todas las cosas naturales son extrañas.
Crecí en una confusión genuina
entre césped y maleza y flores
y lo que significaba de color
excepto la ropa que no se podía blanquear
y nadie me llamó negra de mierda
hasta que tuve trece.
Nadie linchó a mi mamá
pero lo que nunca había sido
había blanqueado su cara de todo
excepto de furias muy privadas
e hizo que los otros chicos
me llamaran agrandada en la escuela.
Y cuántas veces he vuelto a llamarme
a través de mis huesos confusión
negra
como médula queriendo decir carne
y cuántas veces me cortaste
e hiciste correr en las calles
mi propia sangre
quién creés que soy
que estás aterrorizado de transformarte
o qué ves en mi cara
que no hayas descartado ya
en tu propio espejo
qué cara ves en mis ojos
que algún día
vas a
reconocer como la tuya
A quién maldeciré por haber crecido
creyendo en la cara de mi madre
o por haber vivido temiendo la oscuridad potente
usando la forma de mi padre
ambos me marcaron
con su amor ciego y terrible
y ahora estoy lasciva por mi propio nombre.
Entre los cañones de sus terribles silencios
Madre brillante y padre marrón
busco ahora mis propias formas
porque nunca hablaron de mí
excepto como suya
y los pedazos con que tropiezo y me caigo
aún registro como prueba
de que soy hermosa
dos veces
bendecida con las imágenes
de quienes fueron
y quienes pensé alguna vez que eran
de lo que traslado
hacia y a través
y lo que necesito
dejar detrás de mí
más que nada
estoy bendecida en los seres que soy
que han venido a hacer de nuestras caras rotas
un todo.



La poesía lésbica fue desmesurada, húmeda,  no conoció  lo poco.
Ella, la  poesía lésbica nos gustó por lo imperfectamente bien que nos describió. 
Develó nuestros clítoris, nuestras chuchas.